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El horrible deterioro moral de la vida pública en Asturias, asociado a la crisis económica y muchas veces al miedo a perder el puesto de trabajo o a no pillar un negocio, en un ambiente caracterizado por la total falta de escrúpulos de nuestros dirigentes, nos hace pensar en todas las hipótesis, cada vez que se producen acontecimientos sorprendentes, como el que acaba de protagonizar la empresa que Victorino Alonso, empresario minero, puso al servicio de Vicente Álvarez Areces, para recogerle los restos del naufragio de la Televisión Local de Gijón, cuando ya había acabado de deshacerla, arrastrarla y envilecerla, como ya hizo con otros medios de comunicación, y el leonés se ofreció como “sujetador”. Ahora, Alonso echa a la calle a la plantilla de TLG. Cuando analizo estas cosas, siempre hay algún pobre infantiloide que habla de “los mundos de Yupi”. A veces, los infantiloides no son tal cosa, sino agentes de la patronal infiltrados en los sindicatos para hacer el trabajo sucio. ¡Hay tantos de esos! Ya saben. Para destrozar una empresa lo primero es comprar a los sindicalistas ofreciéndoles un asiento a la vera de Dios padre, el comprador final. No señalo a nadie, pero algunos saben muy bien de qué hablo. Tengo la sensación de que el cierre de TLG es una patada en el trasero que Victorino le propina a Areces, de parte de la FSA, por no allanarle el camino en Tineo.
Hace poco que se habló de un pulso entre el empresario Victorino Alonso, y Rodolfo Cachero, de Teleasturias, por hacerse con la licencia de Pretesa para la televisión regional. Quien olvide la relación entre minería y medios de comunicación en Asturias, ése sí que está en la luna. Si nuestras intuiciones son ciertas, Alonso rompe con Areces por los motivos que luego veremos en detalle, que cualquiera que no sea tonto perdido o un vendido se puede imaginar, y claro, Cachero tiene vetada cualquier negociación con Localia, y aquí se derrumba todo. Sin más.Recuerdo uno de los pocos debates en los que participé en Teleasturias como mero contertulio, dedicado expresamente a la situación de los medios de comunicación, ante la puesta en marcha de la TPA, moderado por una periodista de la que prefiero no acordarme, en el que estaba presente el hoy director de la Agencia de la Comunicación, Jorge Fernández León.
A pesar de la para mí incomprensible actitud de la periodista -en el fondo lo comprendo todo-, que no me dejaba hablar, expliqué allí cuál era el inevitable destino de TLG, ante la aplicación de la Ley del Tercer Canal -cuyos efectos entonces se ocultaban a los trabajadores y la población-, que dejaba esta emisora a los pies de los caballos ante la irrupción de la TPA en el canal que tenía reservado. El gran Jorge reconoció a duras penas la realidad de lo que se venía encima.
De aquella nadie quería ver el plan. Sencillo pero contundente: cerrar todas las emisoras locales, descapitalizándolas, dejándolas a merced de los elementos, reduciendo a la mínima expresión sus audiencias con los cambios de frecuencias, mientras aguantaban la supervivencia con algunas inversiones de empresarios de cámara que se encargarían de machacar cualquier intento de hacer una programación interesante, a base de administrar morfina. Con las frecuencias históricas machacadas, y con unos bostezantes contenidos políticamente correctos, e información de Presidencia, la sentencia de muerte estaba firmada.
Los dirigentes de aquella cadena gijonesa, buenos agentes de Fernández León, mantuvieron la señal hasta el último segundo en el canal que iba a ocupar la pública. Así se basculaba la audiencia de la emisora privada a la pública, y se culminaba el expolio al que habían sido sometidos sus promotores iniciales, que vieron cómo el ayuntamiento, entonces regido por Vicente Álvarez Areces, se hacía con aquella iniciativa privada, a través del empresario del Sporting, para crear el trampolín gijonés que había de llevar al alcalde al butacón de la calle Suárez de la Riva en Oviedo.
Ya se había consumado el asalto a Oviedo Televisión, que sufrió una operación similar en cuanto a la frecuencia a desalojar, y se estaba preparando el Plan B para Teleasturias, una vez que el empresario intentaba recuperar el control. Cuando se supo lo que iba a ocurrir con el canal de Tele Gijón, María Pantiga, ex periodista del medio, trasvasada a Presidencia, empezó a organizar las sesiones que habían de llevar la tranquilidad a los trabajadores, para que aceptasen resignadamente el destino que el equipo de liquidadores de Areces les tenía preparado.
Para qué recordar los contratos de trabajadores de Teleasturias a los que se llevó a las productoras privadas que después los echaron a la calle en cuanto no fueron necesarios, los despidos de Oviedo Televisión, el propio cierre de Teleasturias y ahora el despido masivo de trabajadores de la cadena de Gijón, que se produce a la vez que los mismos profesionales del ladrido y la intoxicación parecen tener ya encarrilada la operación para llevar a los trabajadores de La Voz de Asturias al precipicio llamado Oviedo Diario, en una operación de usar y tirar, preparada ad hoc para las elecciones municipales en Oviedo.
Ahora las cosas entre Areces y Alonso no pueden ir bien, porque la FSA respaldó al alcalde de Tineo, Marcos Líndez, en su pulso con Alonso por la pretensión de éste de ampliar su explotación de González y Díez al monte público tinetense de Armayán, donde se celebra Asturforesta. La FSA sigue machacando a Areces, con la intención de que dimita para dejar paso al siguiente en la lista, Javier Fernández, y esta guerra soterrada también se está librando en La Voz de Asturias y en otros muchos escenarios. Aquí no hay más cera que la que arde, Victorino Alonso le resulve a Areces los problemas que le pueda resolver, si Areces resuelve los suyos, y si no, no.
¿Hasta donde va a seguir destruyendo esta politiquería cada vez más barriobajera el tejido social de Asturias?
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